Las leyes comerciales fueron
expedidas con el fin de proteger a los productores de cereales británicos en
todo el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda contra los productores
extranjeros que eran capaces de sembrar, cultivar y cosechar trigo, cebada,
maíz, avena, y millo o sorgo, principalmente.
Literalmente, las “Corn Laws”
significan las “leyes del maíz”. Pero, así como la gente se refiere a la
necesidad del “pan de cada” día, en Inglaterra decían “corn” como un genérico de cereales.
Entre 1815 y 1846, la Corona
Británica defendió a los productores y comercializadores ingleses para que
pudieran obtener las mayores ganancias posibles. La mejor forma era fijar unos
impuestos altos a las importaciones, llamados aranceles. En consecuencia, era
muy costoso importar cereales de otros países por los altos aranceles que debí
pagar al nacionalizarlos.
Esas leyes fueron un modelo de
aplicación del sistema conocido como “Mercantilismo”, que era un sistema
económico de protección a la producción local y que gravaba muy duramente a las
importaciones para evitar la competencia con los capitalistas británicos.
La protección del trigo, por
encima de los demás cereales, era muy importante porque los trabajadores vivían
del pan, que se hace del trigo. Para La Reina Victoria, era un asunto de
protección alimentaria, pero para los capitalistas, era una necesidad de
acumular riqueza, aunque hubiera hambre. En realidad, en 1845, estalló la
famosa “hambruna” de Irlanda, porque los cultivos de papa estaban infectados
por un hongo como “la roya” que destruyó a casi la totalidad de los cultivos
irlandeses. De ahí que Irlanda perdió
casi la mitad de su población: una cuarta parte murió de hambre, y la otra tuvo
que emigrar, principalmente a Estados Unidos.