El uso de los mercenarios suizos para
cuidar a reyes, Papas y nobles europeos radica en la reputación que lograron
construir los soldados suizos con su responsabilidad, lealtad, fuerza y disiplina.
Suiza era un país pobre y los hombres jóvenes tenían que emigrar a buscar
fortuna en el exterior. Al contar con esos valores de formación militar, se
ganaron el reconocimiento como los mejores soldados con tácticas especiales de
batalla y por ello considerados como las mejores tropas del siglo XV, en
Europa.
La Guardia Suiza del Vaticano se alistó para defender a Nápoles de una invasión francesa ordenada por el Rey Carlos VIII, de Francia. Un soldado que participó en la lucha fue Giuliano della Rovere, que luego sería Obispo de Lausana, Suiza y posteriormente el Papa Julio II, en 1503. Conocedor de las habilidades y valores de los mercenarios suizos, el Papa Julio II pidió a la Dieta Suiza que le suministrara 200 guardas de manera permanente, para el Vaticano. Un primer contingente de 150 mercenarios llegó a Roma el 22 de enero de 1506. El Papa les otorgó el título de “Defensores de la libertad de la Iglesia”.
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