Francia fue el primer país en experimentar la Revolución de 1848. La oposición parlamentaria venía presionando reformas modestas, que permitieran más libertades políticas y civiles a la población francesa.
Pero el fracaso para poner en marcha las reformas propuestas, colmó la paciencia de las multitudes parisinas. La monarquía de Luis Felipe estaba fundamentada en el apoyo del pueblo, por esa razón, él era llamado el “rey ciudadano”.
Sin ese apoyo, la monarquía no tenía sentido. En consecuencia, los efectos más importantes de la revolución en Francia fueron: la terminación de la monarquía y la formulación de la pregunta: ¿de dónde emana el poder?
La llamada “Monarquía de Julio” en cabeza de Luis Felipe y de su impopular ministro François Guizot, habían subestimado notoriamente las demandas del pueblo e hicieron caso omiso de la insurgencia inicial. De esta manera, la Revolución de 1848 confirmó el fracaso del sistema monárquico francés para afrontar los problemas de un mundo cambiante que venía demandando justicia, equidad y libertades emanadas del movimiento de La Ilustración, del siglo XVIII.
Para los franceses, la Revolución de 1848 fue un éxito
político, porque estableció el sufragio universal masculino para elecciones al
Parlamento. El 14 de marzo de 1848, de 250 mil votos se convirtieron en 9
millones, tanto para la elección del Congreso como para la Presidencia de la
República. La idea sobre la soberanía popular comenzó a ser realidad, porque la
nación quedó bajo el control popular, a través del voto.
Luis Felipe d’Orleans gobernó 18 años. Surgió de la
Revolución de 1830 como una opción apoyada por el pueblo y por la burguesía y
los tumbaron en 1848, el pueblo y la burguesía.
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